Snorkelvaca

Había una vez una vaca que trabajo no encontraba, entonces optó por dedicarse al buceo deportivo. Ustedes dirán, -¡Pero que cosa más estrafalaria! ¡Una vaca buzo! Cuando podría ser lechera o un buen bife de chorizo. Pero no, la vaca quería practicar el buceo deportivo, por ende, ser buzo y nadie iba a convencerla de lo contrario. Así que durante treinta y cinco mañanas y 46 tardes (había días que no tenía fuerzas para levantarse temprano) emprendió una extenuante búsqueda de equipos y accesorios para la practica de su nuevo deporte. Tarea por demás complicada, ya que debido a su inmensa y extraordinaria anatomía no conseguía lo que andaba buscando en ninguna casa del ramo en toda Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Bastante deprimida y al borde de un ataque de nervios, salió un día a caminar por la calle Santa Fe, donde casualmente un individuo la piropeo, y palabras van, palabras vienen, resulto ser que el tipo era entre otras cosas sastre. La vaca le comento sobre su incansable búsqueda de traje de neoprene y el tipo se ofreció a confeccionarle uno a medida. - ¡Que bueno! pensó la vaca,      -¡tengo mi traje! Entonces, agradecida lo invito a pasear al mercado de pulgas de Dorrego, lugar al que ella tenia ganas de ir porque estaba buscando algún mueblecito lindo para la casa del country. El tipo no muy entusiasmado aceptó.  –“Dos pájaros de un tiro... ”penso y sonrió la vaca, -“voy al mercado y tengo una cita con un apuesto caballero”

El viaje en colectivo hasta el mercado fue sin novedades, la gente la miraba con asombro, pero siempre lo hacían, cuando ella trataba de correrse hacia el interior del vehículo la gente se desesperaba por no interferir en su trayecto, saltando hacia los costados, y cada vez que pisaba sin querer a alguien este gritaba y lloraba, como siempre bah, como cada vez que uno ve una vaca parar un colectivo y subirse. Y el hecho de que este acompañada por un individuo de otra raza tampoco sorprendió, ¿o acaso ustedes discriminan? La gente del colectivo por supuesto que no.

Igualmente, lo importante del evento fue que una vez en el mercado, revolviendo entre cachivaches, y como caído del cielo la vaca encontró... ¡un snorkel! Si, lo pueden creer, un snorkel vacuno, que según comentaban los lugareños había pertenecido a la vaca Milka, que lo trajo cuando volvió a la Argentina, después de haber filmado en los Alpes las recordadas publicidades de chocolate. Parece, que las cosas no le fueron bien a la vaca Milka a pesar de su fama como modelo publicitaria y tuvo que vender todas sus pertenencias para poder... ¡pero a quien le importa eso! Acá lo importante es que nuestra vaca decidió que empezar haciendo snorkel estaba muy bien, y que los tanques de oxigeno para bucear iba a conseguirlos mas adelante. Mañana iba a empezar con su nuevo deporte, el snorkel deportivo.

 Esa noche la paso en vela. De cuclillas frente a la ventana del living, y con la nariz pegada al vidrio, lo que hizo que este se empañara y no se pudiera ver nada, -“igual no había mucho para ver”-, penso la vaca, tratando de mantenerse ocupada mientras intentaba no dormirse. La idea era esperar el amanecer para así poder salir enseguida y aprovechar su primer ida de buceo al máximo. Y cuando el sol asomó el pico, ella se emociona y estremeció, pero de dolor porque estaba toda acalambrada. Cuando logro incorporarse se vistió con su traje de neoprene y sus patas de rana y partió rumbo a su primera clase de buceo. Comprobó que caminar con el traje y las patas de rana era una tarea por demás complicada, y se felicitó por haber salido temprano de su casa.

Una vez en la avenida, paró el colectivo y se subió. Estaba un poco temerosa y avergonzada, ya que ese día ella estaba usando un traje de neoprene y patas de rana, y la verdad es que se sentía un poco fuera de lugar. Pero no vio ninguna reacción distinta a la de todos los días. La gente no lo notó, supuso ella, reaccionaron como de costumbre, un poco sorprendidos y otro poco asustados, como siempre, bah.

El piletón para practicar deportes acuáticos que había encontrado la esperaba en Longchamps y ella vivía en Vicente López, así que el camino era bastante largo. A la altura de Palermo la vaca no aguanto más. Se estaba muriendo de calor y le dolían las patas, el snorkel se le caía todo el tiempo de la mochila y se estaba poniendo fastidiosa. Así que se fue para la puerta de atrás del colectivo, toco timbre y se bajó.

Cruzó la Avenida del Libertador, por Olleros y caminó. Sorprendentemente nunca había andado por estos lares y no pudo creer lo que vieron sus ojos. Después de pasar un club de tenis, chicas y jóvenes esbeltos haciendo deporte o tomando sol, vio un lago, ¡si, obvio! Dirán ustedes “el lago de Palermo”. Pero para esta vaca era toda una novedad la existencia de este oasis urbano. Corrió torpemente, daba ternura verla salticando desacompasadamente hasta el borde del lago y se quedo fascinada mirando (como vaca viendo pasar el tren). ¡Había gente pescando! ¡Oh! ¡Que maravilloso universo de colores y corales encerrará este espejo de agua!- pensó. Peces, que lindo, -“hay pescados acá”, chilló.

 Y mientras el sol se reflejaba en las turbias aguas del lago encandilando sus pupilas, recordó los documentales que tanto le gustaba ver, ¡los de Jacques Cousteau!  Entusiasmada por la idea decidió que su clase de buceo en Longchamps podía esperar, mejor aún, podía empezar su bautismo acá mismo, que tan difícil podía ser.

Se colocó el snorkel, se acomodó el traje y las patas, practico unas cuantas respiraciones de pre-parto, -las recordaba del curso que había hecho antes de tener a Ternera, su primogénita-, tomó carrera y se lanzó al lago.

Tanta emoción le dura lo que tarda el agua en entrar a los pulmones, por que nuestra tonta vaca se olvido de cerrar la boca. Emergió tosiendo, cerro la boca y se volvió a hundir en el agua. El fondo del lago fue una decepción. Nada tenia que ofrecer ese estanque mugroso, mas que basura y objetos indescriptibles. –“¡Qué garrón, acá no se ve nada!” gritó la vaca, pero nadie lo entendió ya que todavía estaba sumergida, lo que le provoco tragar mas agua.

Que chasco había resultado todo, que desilusion embargaba a la pobre vaca mojada. ¡Que espejismo! ¡Que estafa!

Entonces salió del agua, y se echo en el pasto exhausta, a recuperar el aliento. Tanto esfuerzo había puesto que ahora se sentía que el mundo se desmoronaba ante sus ojos. Que ciega fui, como pude creer que podría haber pecesitos de colores en este charco sucio, y aunque hubiese pecesitos nunca podría verlos a través de estas turbias y fétidas aguas. Miro el reloj y se dio cuenta de que era tarde para ir a Longchamps, y además estaba cansada, así que decidió tomar una siesta ahí nomás.

El sueño la envolvió al instante, recordemos que se había quedado despierta toda la noche, y fue ahí, en la orilla del lago donde entre sueños tuvo una visión, un llamado. Vio unas nubes, humo que rodeaban un ser luminoso, y a medida que se disipaba el humo pudo distinguir una silueta... la silueta de... ¡Sí! ¿Podría ser? ¿Seria? Es que acaso estaba viendo a.... ¡la mitológica vaca Aurora! Cuanto había leído sobre ella, cuanta Fe le tenia y ahora se le aparecía en su sueño para decirle algo. Ella era la elegida, a ella se le confiaría el mensaje. ¡Que alegrón! penso la vaca. La vaca Aurora se deslizo suavemente de su nube, envuelta en una túnica blanca y cargando un hermoso cencerro de su cuello. Se acerco a la azorada vaca, que la miraba sin pestañear y con la lengua afuera. Aurora la miro fijo y le dijo: “Presta mucha atención, y has llegar mi mensaje... No por mucho madrugar veras a las vacas en camisón...”  termino de decir esto y desapareció envuelta en nubes blancas. La vaca sola y confundida por lo que acababa de escuchar grito muuuuy fuerte y se despertó.

Se quedo inmóvil por aproximadamente 68 minutos hasta que logro recuperarse del shock que le había producido la imagen de Aurora. –“Soy la elegida... , soy la elegida..., repetía sin quitar la mirada del lago. –“¡Oh! ¡Gran Aurora! ¡Alta en el cielo! Me has elegido!” gritaba enajenada. Y sin quitar la vista del gran espejo de agua se alejo lentamente hacia el centro del bosque de Palermo, donde atropello un caniche y piso los delicados pies de una top model que se ejercitaba con su personal trainer. Corrió dos o tres metros hasta que agitada y temblorosa se desplomo frente a los pies del más esbelto y atractivo ser que jamás había visto. Otra vez, embobada y con los ojos bien abiertos se quedo ahí, mirándolo. Él consciente de su atractivo la miró y le guiño un ojo. Y eso fue todo lo que tuvo que hacer. La vaca se olvido de todo, de Aurora, del snorkel, la mística, de todo. Él pego la vuelta con una mirada invitadora en sus ojos y juntos partieron con rumbo desconocido, todavía no se sabe nada de ellos. Un misterio más de nuestra misteriosa Buenos Aires.

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